miércoles, 13 de septiembre de 2017



¿Cuál es el sentido de la vida?

Quizás tú sientes que el dinero, el poder, o encontrar a tu pareja puede ser el sentido de tu vida.
O quizás buscas el sentido de tu vida en las opiniones y en la búsqueda de aprobación de tus amigos, tus padres, etc., pero siempre acabas sintiéndote igual: con una sensación interior de desesperanza y vacío.
Pero lo más interesante, es que el sentido de tu vida lo sientes, por primera vez, cuando sufres un gran estremecimiento emocional o está en peligro tu vida.
Es, en esos momentos, cuando todo aparece tan claro como si, después de una tarde con neblina, esta se disipara y apareciera el sol, reluciente, ante tus sorprendidos ojos.
¿Haz hecho alguna vez el experimento de visualizarte en tu propio funeral? ¿De imaginarte el recuerdo que deseas dejar en tus amigos y tu familia?
Si no lo has hecho… imagínate por un instante, que hay una tumba, que estás asistiendo a un funeral… y que abres la tapa, para ver a la persona que está dentro… ¡y para tu sorpresa… ¡eres tú mismo!
Es tu propio funeral.
¿Por qué deseas que te recuerden las personas que están asistiendo a tu funeral?... piensa por un instante…
Ahora, ¿Qué te hubiera gustado haber logrado? ¿Haber experimentado?... piensa por unos instantes…
Para mi, resultó curioso que en lo que yo imaginé más en este ejercicio, es en el amor… en los detalles aparentemente “tontos” de la vida: en mi pequeña sobrinita, pícara y encantadora… en los hermosos momentos que pasé con mis parejas… y en los instantes en que serví a alguien y lo ayudé… me resultó asombroso darme cuenta que no me pasó por ningún instante el concepto monetario… ni pensé en carros, casas, propiedades… nada de eso.
¿Te pasaron cosas parecidas a ti cuando hiciste el ejercicio, de pura casualidad?
Recuerdo que en el libro bíblico de Proverbios, dice una cita más o menos así: “He visto que no hay nada mejor para el hombre terrestre que se regocije por el duro fruto de su trabajo, es el don de Dios”.
¿Qué es lo que te regocija a ti? Pueden ser pequeñas cosas, desde caminar en un atardecer de lluvia, en un bosque, escuchando el suave trino de los pájaros y peculiar sonido de los grillos al anochecer.
Llenarse los pulmones hondamente con el frescor y el aroma a árbol mojado y hierba…
En lo personal, pocas cosas me dan tanto deleite como despertarme temprano, caminar, y oler el delicioso aroma a fresco… escuchar aún los cantos de los pájaros, y las calles todavía pacíficas y tranquilas, antes del duro y nervioso ajetreo diario.
Y contemplar la luna en la noche, en la calle, ya casi sin gente.
Quizás disfrutar de la compañía de una amiga, llenarme de su sonrisa y del brillo de su mirada… de tener entre mis brazos a mi pequeña sobrina… ¡en fin!
Con sabiduría, Dios dijo que en verdad no podríamos entrar al reino de los cielos hasta que volviéramos a ser niños, y con profunda admiración, ahora que convivo a diario con mi sobrinos de 8 y 3 años, puedo comprender en toda su majestuosidad lo que significa esto.
Admiro de ellos su alegría eterna, de la felicidad que les trae que les obsequie una simple goma de mascar, que los cargue… admiro la seguridad en sí mismos, instintiva y natural que tienen.
Su terquedad para conseguir lo que quieren, a pesar de los intentos manipuladores de los adultos para dominarlos con un “ya no te voy a querer”, “eres malo”, “mira como te ve la gente”, “ pareces niña”, “si te comportas te compro esto”… me pregunto cuantos de nosotros nos quedamos inconscientemente con esas manipulaciones desde niños.
Los niños no entienden el concepto del rencor. Puedes insultarlos y pelear con ellos, pero al rato están como si nada. Y no fingen.

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